Te amo, amor VI

Empezamos el año, con más de te amo, amor. Espero que vuestro 2014 haya sido memorable y que este vuestro 2015 venga aún mejor. Todavía quedan por llegar los Reyes majos así que si no os han traído nada, todavía estáis a tiempo. ;)

Ahora sí, sigamos con te amo, amor.

En el capítulo anterior...

Marta sigue dormida, ni se ha enterado de que estamos ya casi en casa. La bajo de mis brazos y la ayudo a apoyarse contra el espejo del ascensor, se despierta débilmente y entre abre los ojos. Salimos, ya está algo más despierta. Abro la puerta de casa y la ayudo a ir al baño, sigue perezosa. Lleno la bañera, y la ayudo a meterse en ella...

MARTA

El cansancio de todo el día me pudo y me acabé quedando dormida en cuanto puse un pie en el coche. Estoy feliz. Ha sido un día increíble que pienso mantener grabado a fuego en mi memoria para los meses que vienen. Sé que serán muy duros y que tendremos que enfrentarnos al cambio que va a llegar a la vida de Carlos y mía. Un cambio de ciudad, a un país extranjero, para luchar contra una enfermedad que aunque es incipiente, en España no me pueden curar, eso dejará nuestros ahorros mermados y yo no voy a poder trabajar a distancia. No voy a pensar en ello, hoy no, hoy vamos a disfrutar de lo que queda de este día.

Carlos me ha desnudado y con suma delicadeza me ha ayudado a entrar en la bañera. Ha puesto velas por todo el baño, incienso y una suena una pista de soul. El escenario es muy romántico, como de película. Me pregunta por los pétalos de rosas secos, le indico que están en el armario. Cierro lo ojos y dejo que el agua caliente relaje mis músculos. Pasados unos minutos Carlos ha venido con una cubitera en la que ha metido una botella de cava y dos copas en la mano. Viene con solo la toalla anudada a la cintura.

— ¿Cómo estás?— dijo Carlos mientras me tendía las copas para que las sujetara mientras él abría la botella de cava.

— Bien, en el paraíso. Siento haberme quedado dormida en el coche, sé que no es recomendable que lo haga, pero no he podido evitarlo.—Me llevo una mano a la cara mientras pongo un gesto de disculpa.

Por cortesía de marimbajlamesa, fuente flickr

— Ya sabes que no me gusta que lo hagas, pero lo entiendo, ha sido un día muy completo y lo que le queda señorita Fernandez— Me guiñó un ojo mientras servía cava en las copas.
— Suena bien señor Gómez. —Me lleve la copa a los labios y le di un sorbo.
—No tan rápido, le faltan fresas. Espera un momento, ahora vuelvo con ellas.
—Bien, no me moveré de aquí.— Cava, fresas, música relajante, Carlos desnudo... Me gusta el plan. Deja las fresas sobre la silla, al lado de la botella de cava. La acerca y sube los escalones para sumergirse en el agua. Ahora no lleva la toalla y se me seca la boca. Se sumerge poco a poco en el agua. Veo como los pelos del pecho flotan en el agua alisándose y se le pegan a la piel. Nos es que me guste demasiado el que los lleve, pero cada vez me importa menos, forma parte del pack Carlos y le aporta esa dosis de anti héroe que me gusta. Es un hombre aparentemente ordinario, cuando realmente es extraordinario.

CARLOS

Quiero que el día termine de ser inolvidable, por eso compré fresas en un puesto que había en una tienda que había en Manzanares el Real. No quise decirle nada, era una sorpresa.

Cojo las fresas del bol que he dejado he preparado antes, después de dejar a Marta en la bañera.

Voy hacia el baño. Las dejo junto con la botella de cava y acerco la silla con cuidado de no tirar nada. Me quito la toalla y subo los escalones hasta entrar en la bañera. Pongo el hidromasaje para relajarla aún más. No necesitamos hablar. Me pasa la copa y las chocamos en un brindis.

—Por ti cariño. —

—Por nosotros, porque sigamos viviendo en este cuento de hadas toda nuestra vida.

—Estoy súper relajada —suspiré—.

—Yo también.

Nos quedamos en silencio. Cerramos los ojos unos minutos y dejamos que el murmullo del agua, nos meza. Abro unos milímetros los ojos y veo como flota en el agua. El pelo se le ha rizado fruto de la humedad y le da un aspecto salvaje muy erótico. Es preciosa.

Hoy es unos de esos días en los que se fabrican recuerdos sin parar. Grabaré en mi memoria cada instante.

Cojo una fresa y me la pongo entre los dientes.

—¿Quieres?

—¿Acaso lo dudabas?— Dijo mientras le daba un mordisco.

—No, ¡glotona! — Empecé a hacerle cosquillas.

—¡Carlos para por favor!— Se reía mientras quitaba mis manos de las suyas, visiblemente feliz.

No os voy a decir como acabó el asunto porque creo que podéis deducir qué paso después sin que os de más detalles. Solo os digo que después del primer asalto llamamos a nuestro restaurante japonés favorito para que nos trajeran la cena. El chico que la trajo esperó un buen rato y solo cuando nos llamaron al móvil de parte del restaurante porque oían ruidos y nadie le abría, me tocó enfrentarme a la vergüenza de que nos hubieran pillado en plena faena.

Afortunadamente el sushi es frío, se nos olvidó cenar y solo a eso de las tres de la mañana nos acordamos que no lo habíamos hecho. Con un hambre voraz después de tanto ejercicio amatorio nos terminamos la cena y mientras la veía cenar, tomé una decisión, voy a pedirle a Marta que se case conmigo.

CONTINUARÁ...


Hasta aquí el post de hoy. Espero que os haya gustado. ¡Espero ansiosa a leer vuestros comentarios!