En el capítulo anterior:
La llamada de Carlos recordándome que habíamos quedado para comer me ha hecho sentir aún peor. Definitivamente, tengo que mantenerme alejada del doctor Smith. No me conviene para nada. No nos conviene a Carlos y a mi. Ese hombre me altera demasiado.
CARLOS
La llamada de Carlos recordándome que habíamos quedado para comer me ha hecho sentir aún peor. Definitivamente, tengo que mantenerme alejada del doctor Smith. No me conviene para nada. No nos conviene a Carlos y a mi. Ese hombre me altera demasiado.
CARLOS
Veo a Marta aparecer tras las puertas del ascensor. Tiene cara de cansada, pero sale sonriente. Solo con ver esa sonrisa se me olvida todo, se me olvida el cabreo, se me olvida el cansancio de haber estado buscando casa de un lado a otro de la ciudad y solo con ver como se mueve, creo que solo por eso merece la pena mi existencia.
—Hola preciosa, ¿cómo está la mujer más guapa del hospital?
—Hola bombón, ¿y el español más guapo de todo Houston?
—Mmmm pues si obviamos que me has dejado plantado por comer con el medicucho, bien, estoy bien —la beso mientras acerco su cuerpo al mío con un abrazo.
—Tienes razón. Perdona cariño, no volverá a pasar.
—Eso espero, y esta noche me vas a tener que recompensar como es debido... —le doy un mordisquito en el lóbulo de su oreja derecha.
—Acepto la penitencia—dice divertida —¿Algo más que quiera el señor para disculparme por la grave falta que he cometido? —pregunta con sorna.
—Déjame que piense, —finjo hacerlo, aunque ya lo tengo todo pensado —pero antes necesito comer. —la separo de mí —Aunque creo que ya tengo una idea...
—Necesito motivación para lo que queda de jornada, no me vas a dar una pista —me pide mimosa.
—No, no. ¡Eso te pasa por mala! —Paso mi brazo izquierdo por encima de sus hombros mientras nos dirigimos a la cafetería. Así de paso marco un poco más mi parcela.
—¿Ni siquiera una pista pequeña?, una pildorita, algo...
—No — corto el tema— Ve cogiendo mesa mientras yo pido algo para comer.
—De acuerdo —y veo que se va hacia las mesas del fondo que dan a la calle.
MARTA
Veo que Carlos ha comprado un baggel de pollo y pesto, otro de rúcula con atún y mahonesa, unas patatas fritas y una cocacola cero. ¡Cero! ¿¡Pero desde cuándo bebe coca- cola zero!? Definitivamente creo que la sensatez de este hombre se la dejo en Madrid...
—Cari, ¿desde cuándo bebes coca-cola zero? —es la primera vez que le veo con una en la mano.
—Aunque no la suelo beber, de vez en cuando me gusta tomarme una.
—¿Cuándo has hecho eso? Que yo recuerde esto —digo señalando la coca-cola —como lo de antiojeras, es una novedad en ti...
—¿De verdad estás haciendo un interrogatorio por un simple refresco? —pregunta algo molesto.
—No solo que me sorprende. No me lo esperaba...
—Pues cuando te diga que además estoy pensando en apuntarme al gimnasio...
—¿¡Tú!?, ¿¡al gimnasio!?
—Sí, ¿algún problema? —contesta —¿Tampoco puedo hacerlo?
—No, Carlos, no es eso. Es solo que te veo muy cambiado desde que llegamos aquí. Pareces diferente, inseguro, nervioso...
—Marta para mí esto no es fácil. Sé que solo llevamos unos días en Houston y que queda mucho tiempo todavía, pero no puedo evitar echar de menos las costumbres que teníamos en casa. Ir al trabajo, relacionarme con mis compañeros, hablar con mi familia, llegar a casa y ver que me has dejado una notita encima de la mesa con la lista de la compra, acompañada de un te quiero... Esas pequeñas cosas que sin darme cuenta, me hacían feliz —recuerda apesadumbrado.
Inmediatamente me empiezo a sentir mal. La he cagado con Carlos. He estado más pendiente de miraditas y fantasías con el doctor Smith que de él. He dejado de lado a este hombre que tengo sentado enfrente de mi. Un hombre que ha pedido trabajar a distancia aunque su jornada empiece a la una de la madrugada (hora de Houston) para estar sincronizado con sus compañeros de Madrid. Un hombre que a pesar de ello, quiere acompañarme al hospital para luego dormir hasta la hora de comer. Un hombre que no quiere más que un poco de mi atención y que recuerde que había quedado con él la hora de la comida. Probablemente no sea un hombre perfecto como aparenta el doctor Smith, pero para mí, así con sus cosas, es perfecto.
—Marta, ¿estás bien? —me pregunta preocupado.
—Si solo es qué...Te amo, amor.
— Yo también —se levanta de su silla que está enfrente de mí y viene a abrazarme.
—Me encanta que digas eso —me da un beso suave en los labios.

—¿El qué? —digo haciéndome la inocente.
—Eso de "te amo, amor". Son las tres últimas palabras de la carta que me escribiste. Esa que decía que regara las plantas, que siguiera mi vida... Y no sé cuantas tonterías más. —Recuerda haciendo mientras abre la mano según va diciéndolas —. Aunque quisiera no podría seguir mi vida sin ti porque mi vida eres tú —me pongo a llorar como una tonta —¿Y ahora qué te pasa?— me pregunta confundido.
—Pues que es la declaración—me entra el hipo mientras trato de hablar— más bonita que me han hecho en mi vida — cojo una servilleta del servilletero de la mesa, de esas que en cuanto las coges se volatilizan y me empiezo a sonar los mocos que acaban en mis dedos —¡Joooo y ahora me he llenado las manos de mocos!
—Ven aquí pequeña. Creo que tengo un paquete de clínex en la americana. Por momentos como estos me alegro de que siempre metas un paquete en todas mis chaquetas. —se mofa, mientras se levanta y los coge de un bolsillo lateral de la americana —¡Mira están sin estrenar!
—¡No te rías de mí! Debo estar ridícula —me quejo.
—Te equivocas, Marta tú siempre estás preciosa —me tiende un clínex para que me limpie la cara mientras recoge mis lágrimas con tiernos besos en las mejillas y en mis párpados.
—¿Pero qué he hecho bueno para tener tanta suerte contigo? —miro su cara que ahora tiene ese brillo de siempre aunque tiene la nariz un poco manchada de mi rimmel.
—Creo que puedo decir lo mismo respecto a ti. No sé si sería el destino, la suerte, o la casualidad. A sea lo que sea, ¡gracias! —levanta la voz solo para hacerme reír.
—Te amo, amor.
—Yo también. Y ahora si a la señora no le importa le voy a explicar todos los detalles de nuestro nidito temporal de amor.
—Vale periquito de mi nido —le vacilo.
—¿¡Qué me has llamado!? —pregunta divertido.
—Lo que has oído —replico.
—Bien, eso añade un nuevo castigo a lo anterior —dice mientras se muerde el labio mientras me lanza una sonrisa ardiente.
—¡Que pena que el tiempo pase tan lento! —me quejo, recordando lo que me espera esta tarde cuando salga del hospital.
—Eso también forma parte de la penitencia...
CONTINUARÁ...
¡Muchas gracias leerme! Espero ansiosa a leer vuestros comentarios.
Después de ponerme la semana pasada al día. Este es un capitulo de lo más tierno y precioso! Para mí uno de los más bonitos. ;)
ResponderEliminarBesos!!
¡Que dulzura es ese Carlos!
ResponderEliminarMe encantó el capítulo.
Besotes, guapa.
Este me ha gustado más, sin el doctorucho ts!!!! jajajajjaja
ResponderEliminarQué pareja más tierna..... y pobre Carlos, cada capítulo me cae mejor, este chico sí que lo hace todo, por amor !!
ResponderEliminarBesos !