Te amo, amor parte XII

13.2.15

En el capítulo anterior...

Marta, mierda aleja esos pensamientos y esa atracción. Recuerda: no es el hombre adecuado, es un hombre problemático. Seguro que está casado y se ha tirado a medio hospital. Aunque no estuvieras con Carlos, ¿querrías ser una más en su lista de conquistas?



CARLOS

Hoy es el día que Marta empieza su tratamiento. Voy a acompañarla al hospital. Sé que estará más tranquila si lo hago y espero poder marcar aún más mi territorio. Al doctor Smint le tiene que quedar claro que no me importará pasarme el resto de mi vida en Guantánamo con tal que tenga las manos alejadas de MI chica.



Tengo que hacer algo... ¿Y si llamo a la mafia para darle un susto? ¿O si contrato un hombre grande que mida 3x3 para recordarle que lo único que tiene que hacer es curar a Marta y a poder ser no usar sus manos? Pienso esto sabiendo que jamás haré nada de esto que estoy pensando ahora mismo, pero sí voy a dejarle claro que ella es mi chica. Y que como la toque a lo mejor le borro la sonrisa de la cara con un puñetazo entre los dientes. Ahora que lo pienso, me encantaría dejarle una amoratada obra de arte en su cara. Soy arquitecto y puedo diseñarle un bonito collar con sus dientes y unas maravillosas cuevas con el hueco que dejarían los suyos al arrancárselos de cuajo. Otra vez que mis pensamientos vuelven a fluir por donde no corresponde.

Miro entre las cremas que ha dejado Marta y veo que pone en una especie de pintalabios corrector de ojeras. No me gustan hacer estas cosas, pero si tengo que competir contra el doctor Smint, tendré que hacerlo en las mejores condiciones... Cojo el botecito lo abro y pongo un dedo en la barra marrón. Sin querer rompo un trozo y se me cae al lavabo. Trato de recuperarlo y de manchar lo menos posible, pero fracaso de manera estrepitosa. No puedo hacer mucho, así que solo me queda tratar de ponerme algo del pringue marrón en su sitio. Como tengo las manos manchadas del producto no me doy cuenta de que me estoy pringando el resto de la cara. ¿¡Pero qué cojones!? 

—Uff Carlos eres gilipollas, para que te echarás nada. Ahora tienes la cara marrón a trozos, parece que hubieras acabado de salir de una tribu india. Bufff si es que me he manchado también hasta la camisa. Estupendo. Que difícil tiene que ser, ser mujer. ¿Ahora qué hago?... Pues lo que hago siempre cuando me pasan estas cosas... Llamar a Marta, me digo. A pesar de que esté dormida tendré que despertarla - me digo.




MARTA

— Martaaaaa, Martaaaaa - alguien me intenta despertar. No hago caso, sigo durmiendo, seguro que es un sueño.

—Marta,Martaaaa - me empiezan a mover. Abro un ojo y me empiezo a reír- ¿Carlos? ¿Qué has hecho?- le miro sorprendida. Tiene los dedos marrones, la camisa manchada, la cara pintada de marrón...

— Por favor no te rías- dice divertido- Es que...

—¿Es que....?- pregunto divertida.

—Pues nada, que vi como el doctor Smint...

—Smith- le rectifico.

—Eso, Smith... Aunque no sé por qué me suena mucho mejor Smint... Bueno el caso. Pude ver como te miraba y te devoraba con los ojos. Entonces, como después de la ducha vi que tenía ojeras...

—¿Y desde cuándo te fijas tú en tus ojeras?- le interrumpo mientras sonrío.

—No me interrumpas cariño - me regaña cariñoso- que no tiene gracia. Como te iba diciendo, que te quería resultar más atractivo y por eso rebusqué entre tus pinturas para echarme algo que me las quitase y sin querer rompí la barra, se me cayó al lavabo para recogerla, la intenté pegar y sin darme cuenta me puse los dedos en la cara... Y ya ves, lo que parezco.

—Pero eso ya lo hablamos ayer... —digo resignada —.Bueno da igual. Ven aquí. —Le agarro del cuello y le quito la camisa que lleva desabrochada. Voy directa hacia su cinturón y se lo empiezo a desabrochar rápidamente con ansia, casi con furia. Me molesta su ropa. A trompicones, deshacerme del último obstáculo el botón de su pantalón y le bajo la cremallera de un tirón.

—Carlos, en exactamente treinta segundos te quiero dentro de mi.

—Que sean diez mejor —no me quejo. Se baja los pantalones de un tirón y los arrastra junto con los calzoncillos. Tira los zapatos y la ropa a un lado de una patada. Arranca las sábanas que cubren mi cuerpo y me destapa. Yo he conseguido desnudarme mientras él se quitaba la ropa. En cinco segundos está dentro de mi. Y por fin acabamos lo que empezamos ayer en el ascensor del hospital.

Me besa con furia, con desesperación, me empala con fuerza, como si quisiera marcarme. Le noto necesitado, quiere que dé todo de mi y yo no puedo menos que responder de la misma manera. Siento que sin él me ahogo, que con él respiro y que sin sus besos no soy yo.

Media hora después me meto a la ducha. Al salir decido vestirme normal. Unos vaqueros pitillo, una camisa blanca de cuello bebé y manga francesa, con manoletinas y una americana marrón. Me hago una coleta y me pongo las pendientes de perlas que me regaló mi madre. Cuando lo hago siento que está conmigo aunque realmente esté a más de seis mil kilómetros de mi. En el fondo no soy más que una niña de veintiocho años asustada que querría tener a su madre con ella para que le diera un abrazo. Me miro al espejo, Marta no estás sola, estás con Carlos, él es tu mayor apoyo.

Salgo del baño y veo que Carlos está indeciso, no sabe qué camisa ponerse. Le ayudo a escoger una.

—Cariño dame una corbata del armario. He quedado con varios propietarios de apartamentos de la zona que rodea al hospital y quiero estar presentable. 

—¿Cuál quieres?- pregunto.

—La que me des estará bien. Tú eres la que entiende de ropa- dice mientras se abrocha el botón del cuello de la camisa.

— Bien, entonces, la negra con rayas horizontales grises. Informal, pero elegante. Creo que te quedará bien con la camisa blanca que llevas y la americana negra, te quedará mejor que la marrón.

—Vale. Como voy a estar por la zona, ¿quieres que te vaya a buscar para comer y vamos a la cafetería del hospital?

—Sí, me gusta mucho la idea. Así te podré contar cómo llevo el día- digo.

—Tengo citas con caseros hasta las dos, si quieres a las dos y diez te espero en el hall.

—Bien.

—Date prisa que llegamos tarde a la consulta con el doctor Smint. Y no se te olvide coger la bolsa con la ropa de deporte.

—Smith...- le rectifico.




CARLOS

Salimos del hotel y decidimos ir en taxi al hospital. No está demasiado lejos, pero no quiero que se canse. 

Ayer después de salir del hospital, nos pusimos 
a andar y andar y cuando nos dimos cuenta ya habíamos llegado al hotel. Estábamos muy cansados, así que después de comer un sándwich con una ensalada, me puse a buscar pisos en internet.
Marta estaba molida, se tumbó en la cama y durmió toda la tarde. Por la noche, la desperté y fuimos a cenar a un restaurante italiano que hay enfrente de nuestro hotel.
Cuando entramos en el restaurante no pude evitar acordarme de la escena que organicé el día que le pedí a Marta que se casara conmigo. Fue un día bochornoso, pero no puedo evitar dibujar una sonrisa en mi boca. En el fondo, después de todo no fue tan malo y es una anécdota que vamos a poder contar siempre.

Consigo parar un taxi y cojo la bolsa de deporte que lleva Marta colgada del brazo. La dejo pasar primero.

—Después de usted señorita  —digo como si fuera un caballero de los años cincuenta.

—Muchas gracias caballero, no sabía que los hombres de hoy en día seguían siendo tan galantes  —continua Marta siguiendo la broma.

—También puedo no serlo. Creo que hace unos minutos te lo demostré en la habitación- le guiño un ojo.

—Cierto. No fue nada caballeroso y cuando quiera, puede dejar de serlo, no me quejaré- pone sonrisa picarona y me devuelve el guiño.

—Pase dentro señorita —señalo la puerta abierta del taxi- antes de que me arrepienta y la coja en volandas para llevarla de nuevo a la habitación.

—Suena tentador —me da un besa, la aparto suavemente de mi —¡Por favor deje de hablar y hágalo!

—Nada me gustaría más, pero tiene que recuperarse primero... -tuerce el gesto- de la escasa ración de caballerosidad que le di esta mañana, si se porta bien, esta noche habrá más y será mejor.

—¡Cómo resistirme a portarme bien! Esta noche me las pagará que lo sepa...

—Perfecto bella dama, si es tan amable, entre dentro del taxi ...— le ordeno cariñosamente mientras muevo los ojos en dirección a la puerta del taxi.

—Sí, señor...- Por fin entra.




MARTA

Llegamos tarde a la consulta. No sabíamos que el tráfico de Houston a esta hora fuera tan denso. Pensábamos que en EEUU y en general, en el resto del mundo, iban adelantados al menos una hora, y que ya no no habría tráfico, nos equivocamos. Las ocho y media de la mañana es mala ahora para coger el taxi en cualquier parte del mundo.

Carlos y yo nos despedimos en la puerta del hospital. Me quedo mirándole mientras veo como se aleja y sonrío cuando levanta la mano para despedirse sin darse la vuelta, sabe que le estoy mirando. Decido entrar. Cuanto antes empiece esta dichosa terapia antes podré volver con Carlos a Madrid. 

Saludo  con un "good morning" cargado de antipatía a la malf... Malhablada que ni me mira, me ignora. Será perra... 

Hay cola para entrar en el ascensor, veo que el doctor Smith está entre ellos. ¡Oh oh, estoy en problemas!Trato de disimular, si puedo retrasar medio minuto tener que cruzar una palabra con él, mejor. No me gusta la parte que saca de mi, bueno sí me gusta, pero me asusta. 

Me ve. Mierda. No hay escapatoria.




CONTINUARÁ...



¡Hasta aquí el post de hoy! Espero que os haya gustado esta nueva entrega de "te amo, amor". Espero ansiosa a leer vuestros comentarios :)

















6 comentarios:

  1. jajaja me ha pasado una cosa curiosa... iba leyendo y no me acordaba que ponía MARTA así que iba pensando que era CARLOS cuando leo "Unos vaqueros pitillo, una camisa blanca de cuello bebé y manga francesa, con manoletinas "
    Cuando he llegado a manoletinas he empezado a sospechar xD porque ya de por si los chicos con pitillo no me gustan pero los hay... jajaja pero las manoletinas no las veía para chico xD

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajajajaja .No Carlos, es "muy hombre" él nunca haría eso xD. Muchas gracias por comentar. ¡Un abrazo!

      Eliminar
  2. Este Carlos no tiene remedio...es sin duda un protagonista atípico: suelen ser todos tan perfectos que sorprende ver a uno que mete la pata continuamente.
    Y eso me gusta !
    Besos !

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Maribel.
      Sí Carlos es que un antihéroe. Está muy alejado de los protagonistas de las novelas románticas y por eso a mi también me encanta. ¡Viva los hombres normales! Ellos son los que nos inspiran cada día. Cuando acabe esta historia le voy a echar mucho de menos.

      ¡Muchas gracias por comentar! Un abrazo.

      Eliminar
  3. Carlos sigue dándome sorpresas, es un hombre real de emociones animal y eso me encanta.
    Va genial guapa. A la espera del siguiente cap.
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Isa. Sí Carlos podría ser perfectamente cualquiera de nuestros chicos. Con él quiero reclamar la importancia del hombre normal en las historias románticas. Los hombres normales son los que nos sorprenden día a día.

      Muchas gracias por comentar Isa. ¡Un abrazo!

      Eliminar