Estoy de fiesta con mis amigas. El sonido de la música nos envuelve y muevo cuerpo a su ritmo. Estamos en lo mejor de la noche, aunque hemos bebido no vamos demasiado borracha y me siento eufórica. La discusión con Mario que tuve antes de salir de casa se quedó en la puerta, ya ni siquiera recuerdo por qué estaba enfadada. Ponen mi canción favorita y me desato, me convierto de repente en el centro de todas las miradas y la gente empieza a seguir mi ritmo, se me da muy bien bailar.
De repente, noto como me vibra el móvil en el bolsillo de la parte de atrás del pantalón, me quedo mirando fijamente el móvil, me llama un número desconocido. Nunca me han llamado a las cuatro de la mañana así que supongo que será una equivocación. Me lo guardo de nuevo en el bolsillo, esta vez de la chaqueta y sigo bailando y bebiendo mi copa, aunque algo me preocupa, ¿ y si no ha sido una equivocación?
Dos minutos más tarde noto como de nuevo me vibra el móvil, miro la pantalla y es Claudia, mi suegra. Voy hacia la salida de la discoteca tratando de esquivar a la gente y mantener el equilibrio, no me resulta fácil, voy más borracha de lo que creía. Alcanzo la puerta y contesto al teléfono.
—Dime Claudia, ¿ha pasado algo? —pregunto tratando de disimular mi estado de embriaguez.
—Mónica, ¿estás sentada? —pregunta afligida
—Sí —miento —¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Mario está bien?
— Mario ha tenido un accidente.
—¿¡Qué!?, ¿pero Mario está bien? ¿cuándo ha pasado?, ¿dónde está?
—Ha tenido un accidente con el coche. Mario ha muerto—llora mi suegra.
—¡No, no, no puede ser!. ¡Mario no puede haber muerto!—grito desconsolada —Por favor Claudia dime que es mentira, dime que no es cierto, dime que está bien. No Claudia, ¡no! ¡No puede ser verdad! —doy una patada a un contenedor y me agacho en el suelo llorando desconsolada.
—Sí hija, lo es. Es cierto. Hemos perdido a Mario. ¡Mario mi niño! ¡Mi niño ha muerto! —llora con tanto desgarro como el mío —se me nubla la vista, dejo de oír, dejo sentir, me desmayo.
Cuando me despierto mis amigas están a mi lado tratando de reanimarme. Estoy tirada en la calle con la espalda apoyada en la pared y desorientada. Fátima me siguió, no quería dejarme sola en la calle, cuando vio que era una conversación privada y como empecé a llorar fue a llamar a las otras para que vinieran a acompañarme.
—No puede ser verdad, Fátima, dime que no es verdad —sollozo agarrándome a su cuello —dime que Mario no ha muerto, dime que está bien, dime que esto es un pesadilla. Por favor, Fátima, ¡por favor! —vuelvo a emitir un gruñido de desesperación.
—Mónica —me abrazan. Vamos tienes que levantarte, tenemos que irnos.
Soy una zombie, empiezo a recordar cada momento vivido con él, la manera que tenía de planchar, como bailaba, o simplemente como escribía delante del ordenador. Recuerdo la discusión y me maldigo. Me reprocho no haberle dicho una vez más te quiero, no darle ese beso y el no haber arreglado las cosas antes de salir de casa. Estoy en shock. No puedo creer que sea cierto. No sé cuántas horas han pasado ya. Me miro la ropa y veo que voy de negro. No me he molestado en coger nada del armario así que supongo que fueron mis amigas quienes me vistieron. Me negué a darme una ducha porque todavía huelo a él. Siento su tacto en el mío y no quiero desprenderme de lo único físico que me queda de él, la sensación de su piel junto a la mía. No he probado bocado, no me entra nada en el estómago y me da asco pensar en comer algo si no es con él a mi lado en la mesa de nuestro comedor.
Pasan unas horas más y voy en el coche de no sé quién camino al tanatorio. Noto como el coche se para y salgo del vehículo como un robot. No siento las piernas, no siento el cuerpo, no siento nada. Todo me parece irreal.
Unos cuantos conocidos se acercan a mi me miran con lástima y me dice que lo sienten mucho y me recuerdan que Mario me quería mucho. Sigo ausente, por mi boca no sale ni una sola palabra. Mis labios se mueven en un amago de sonrisa que ni siquiera llega a serlo. Me sumo en mis pensamientos ¿Por qué fui tan estúpida? ¿Por qué no le dije una vez más te quiero? ¿Por qué salí de casa sin haber arreglado las cosas antes con él y sin darle un beso? ¿Por qué se ha muerto si era parte de mí? ¿Quién le ha dado permiso para morirse? ¿Es que no se dio cuenta de que al hacerlo me arrancaba la vida?
Reacciono al ver a Claudia junto con el féretro de Mario. Corro a abrazarla y nos fundimos en un abrazo y empezamos a llorar, perdemos el equilibrio y caemos al suelo de rodillas. No puede ser. No se nos puede haber ido. A ella se le ha ido su pequeño y a mí se me ha ido la vida con su muerte. Nos ha dejado sumidas en la soledad. Nada nos consuela. Solo una novia y una madre pueden entender el dolor que sentimos.
Oigo una alarma, suena de manera insistente y poco a poco me va despertando de la realidad en la que estoy sumida. Estoy tumbada. Noto calor bajo mi cuerpo y unos brazos fuertes me agarran por la cintura y me aprietan contra un cuerpo duro y musculoso. Unas manos empiezan a acariciar lentamente mi pelo. Toco el pecho encima del que estoy tumbada y creo notar unos músculos conocidos. Muevo la nariz y respiro un olor familiar y abro los ojos. Levanto la cabeza y veo que Mario me está mirando con una sonrisa brillante.
—Cariño, ¿estás bien? ¡Me has dejado empapada la camiseta!
—¡Mario cariño! —Me incorporo un poco y doy un beso en los labios empiezo a acariciarle por todas partes. Es real —¡Mario estás bien!
—¡Pues claro que estoy bien! —se da impulso y rodamos por la cama hasta que quedo debajo de él. Noto su cuerpo encima del mío. Esto tiene que ser real. Espero que no sea el subconsciente que me está traicionando — ¿Por qué no iba a estarlo?
—Es que... —me pellizco para asegurarme que esto que estoy viviendo es real —He tenido una pesadilla. He soñado con que te morías y me dejabas sola.
—Pues estoy vivo, o eso creo. ¿O quizás estoy en el paraíso en compañía de una chica preciosa?
—Lo siento —digo —perdóname por la discusión de ayer. No quería decir todas esas cosas tan horribles. Sabes que no las siento de verdad.
—Lo sé y no te preocupes. Aunque ayer nos fuimos a dormir enfadados creo que nos hemos perdonado por la noche. Te acostaste en la otra punta de la cama y hemos amanecido abrazados. Por algo será, ¿no?
—Sí, supongo —le beso.
—Gracias —me dice Mario.
—¿Por qué? —pregunto intrigada.
—¿No lo recuerdas?
— No —soy sincera.
—Pues por haber preferido quedarte conmigo después de la discusión antes de salir huyendo como haces siempre.
—De nada —respondo —me voy a la ducha que llego tarde a trabajar.
—¡Vale! ¡Bonito culo por cierto! —me meto al baño.
La discusión de ayer fue real. Menos mal que al final me quedé y no decidí llamar a última hora a Fátima para salir. Quizás, quedarme en casa para afrontar los problemas como adultos fue lo que le salvó, o quizás si me hubiera ido no habría pasado nada. Solo sé que me quedé y fue la mejor decisión. Ahora más que nunca y después de haber sentido una sensación bastante parecida a lo que es perderle, sé cuán importante es para mí, sé que lo amo con todo mi ser y que tal y como decía en la pesadilla es parte de mí. Con él soy, sin él no sería.
FIN
¡Dios! Qué susto me llevé. Se me mojaron los ojos, guapa, muy conmovedor. Menos mal que fue solo un mal sueño.
ResponderEliminarBesotes!
Sí fue solo un mal sueño, pero pobrecilla, lo sintió muy real...
Eliminar¡Vaya, me has sorprendido con esta entrada! Un besote :)
ResponderEliminarMe alegro de que te haya sorprendido, espero que sea para bien :) . Un abrazo.
Eliminar¬¬ lo que te gusta tenerme en vilo xD y lo poco que me gusta sufrir a mi jajajaja
ResponderEliminarJajajajaj sí a mi teneros en vilo :)
Eliminar