Penúltimo capítulo de te amo, amor

29.5.15



Carlos baja primero las escaleras sin hacer ruido y a continuación yo, siendo más ruidosa. Me he puesto un jersey nuestra coartada es que vimos a unos vecinos que llamaron a la puerta sin tocar el timbre y que Carlos salió a hablar con él, como vi que también estaba su mujer subí a por un jersey para hablar con ellos y se nos ha pasado el tiempo sin darnos cuenta. Sí, la excusa no puede ser más mala, ni yo misma me la creería.



MARTA

—Good bye! -dice Carlos en voz alta mientras abre la puerta sigilosamente y la cierra de un sonoro portazo.

—¡Hombre chicos si ya estáis aquí! —dice mi madre.

— ¿Y las cervezas? —pregunta mi hermano.

—No disimuléis chicos —sentencia mi hermana —, sabemos que habéis estado follando como conejos arriba.

—¡Daniela! —exclama mi padre —¡No les hables así!


—Es cierto papá si casi tiran la pared. Les hemos oído los cuatro, además si la cocina comunica con el salón que está en el otro lado, ¿cómo pretendíais traerlas?, ¿saliendo por la ventana? —se guasea

Carlos y  yo contemplamos la escena callados, reconozco que estoy muy avergonzada, Daniela tiene razón, nos han pillado...

—¡Pero si ha sido Sam y su mujer! , nuestros vecinos de enfrente, que han llamado a la puerta justo cuando íbamos a cogerlas de la pequeña despensa que tenemos en el hueco de la escalera—.Carlos señala el hueco de la escalera en el que efectivamente hay cervezas.


—Chicos, en serio, no pasa nada. Me alegro de que vuestra relación y vosotros esteis en plena forma —mi hermano hace un leve gesto de cadera hacia delante a la vez que echa los puños hacia atrás.

—Por favor parad, que me estoy muriendo de vergüenza —suplico avergonzada —,¿y si cambiamos de tema? .¿Cuándo decidisteis venir?

—El mismo día que te fuiste y nos despedimos de vosotros quisimos venir para aquí —se sincera mi madre —. Si tu padre no hubiera querido dejaros un tiempo no me habría separado de ti mi niña.

—¡Mamá! ¿¡Cuándo entenderéis que no somos niños!? —nos señalo con el dedo a mis hermanos y a mi.

—El mismo día que vosotros comprendáis que siempre os veremos como tales —afirma mi padre.

—Así es —reitera mi madre.

—¿Estáis muy cansados? ¿Pedimos unas pizzas a Alfredo's y que nos las traigan a casa? —pregunta Carlos.

—Buena idea —confirma mi hermano.

—Imagino que querréis ducharos. La casa tiene dos baños completos arriba y un aseo abajo. Daniela coge las toallas en el que hasta ahora era tu cuarto ya sabes dónde están y dale una a cada uno y a dúchate la primera—me refiero a mi padre, mi madre y Tomás—. Tomás tú vas con Carlos al súper, hoy teníamos que hacer la compra. Mamá, dime qué quieres para desayunar estos días y se lo apunto a los chicos en la lista de la compra. Papá a ti te toca deshacer las maletas de los tres. Yo ahora bajo las sábanas para que Tomás y Daniela puedan dormir esta noche —mando a los cinco se han quedado callados.

—¿Algo más, jefa? —pregunta mi hermana.

—Sí, que no sé que hacéis parados todavía. ¡Moved el culo! —estallamos los seis en una sonora carcajada. 

Carlos está llorando de la risa en el suelo, Tomás no para de reír y bromea con él y le pregunta si siempre soy así. Mi hermana ha tenido que abril la ventana porque se le va a correr la máscara de pestañas, mi padre y mi madre hacen conmigo un sándwich en el que yo estoy en medio mientras me abrazan y nos reímos. Para mi esto es la felicidad, reírse de uno mismo. Llevar una sonrisa tatuada en la cara y apreciar los momentos como estos que regala la vida. No tenemos comprado el tiempo. No sabemos si mañana será demasiado tarde. 

—¿Qué pasa que nadie se ha acordado de mi cumpleaños hoy? —pregunta mi padre que ya es capaz de contener la risa.

—¡Es cierto! —exclama mi madre —¡Se me había olvidado!—saca una cajita de su bolso envuelta en papel de regalo.

—¡Felicidades papá! —exclamamos al unísono mis hermanos y yo —¡Felicidades suegro!—dice Carlos al unísono con nosotros.

—¿Qué es? —pregunto curiosa. Veo que mi padre ha sacado un papel de la cajita que le ha dado mi madre.

—Son las entradas del primer concierto al que fuimos vuestro padre y yo juntos.

—¿En serio guardas esto mamá? —pregunta mi hermano.

—¡Sí!

—¿Está escrita por detrás qué pone?

—La nota se la escribí el día que volvimos del concierto. Lo que ponga creo que no os atañe 
—sonríe afable mi madre mientras pone distancia con nosotros.

—¡No seas dura cariño, no pones nada malo! —tercia mi padre.

—Está bien... Léela —acepta mi progenitora.




CARLOS

Cuando crees que la vida no puede ser mejor, viene algo o alguien y lo mejora. La visita de mis suegros ha sido totalmente inesperada, pero me alegro de que estén aquí. Les adoro, son casi como mis padres. 
Ver a Marta tan feliz me llena a mi de alegría. Es impresionante lo que ha avanzado ya en su enfermedad, controla perfectamente el cuerpo y ha vuelto a recuperar el tono de los músculos que había perdido en los últimos meses, diría ahora que está más en forma y sana que nunca. Nuestra estancia en Houston está llegando a su fin y no puedo negar que me alegro. Mañana por la mañana le he pedido a Daniela que me acompañe a elegir un anillo de compromiso para Marta. El de la otra vez lo devolví. Cuando volvamos a Madrid quiero pedirle que se case conmigo y esta vez no podrá decir que no. La idea está pensada, espero que salga bien. Quiero un felices para siempre con ella aunque el felices ya lo tengamos y el para siempre no dudo que lo será. Lo nuestro es diferente, es especial, es simplemente nuestro y de nadie más.

Mi suegro ya ha leído la nota que estaba en la parte de atrás de la nota. Ha sido muy entrañable escucharla. Era como una carta del pasado que llega justo en el día adecuado. Eso demuestra que no se necesita nada para hacer el mejor regalo del mundo. 


—Creo que Marta tenía razón. Tomás, ¿vienes conmigo al supermercado?

—Sí claro. Cojo la cartera y el pasaporte y vamos.

—¿Cartera? ¿Para qué?. Coge solo el pasaporte, pago yo.

—¡De ninguna manera!—exclama mi padre —. Pago yo.

—¡No empecéis ya!— zanja Marta—. Pagamos Carlos y yo, no aceptamos un no por respuesta. Eso u os vais buscando un hotel.

—Está bien... —cede mi madre —.¿A quién te pareces para ser tan marimandona? 

—¿En serio lo estás preguntando? —interviene Daniela.

—¡A mi no desde luego...!—se defiende.


Otro estallido de carcajadas inunda la casa y se repite lo de antes, solo que esta vez quienes abrazamos a mi suegra somos Marta y yo que le damos dos besos en las mejillas.


CONTINUARÁ

Solo queda un capítulo más de te amo, amor.

3 comentarios:

  1. No puedo creer que ya se termine, esta historia me ha gustado muchísimo. Quedo esperando el desenlace...que puede tener epílogo para que puedas darnos mas ;)

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  2. No puedo con los padres... jajaja ellos se meten en su casa y en su vida e plan sorpresa pero llega la nota y dicen que no les atañe... vaya por dios ¬¬

    en fin jajajaja hay relaciones familiares que nunca voy a entender pero soy yo no la historia xD

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  3. Bueno, me alegro de que la visita de los padres haya sido de su agrado, yo en su lugar no sé si me lo hubiera tomado tan bien...Y qué pasa con nuestro doctor "Smint"...? pobrecico, nos sana a nuestra Marta y no sabemos nada más de él ??
    Besos !

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