Hoy llegó el día de hace dos post, el del adiós a la empresa sueca que tiene externalizado el servicio del banco catalán.
Hubo muchas lágrimas, muchas promesas de mantenernos en contacto y mucha suerte que nos hemos deseado mutuamente aunque estoy segura que no la van a necesitar, son muy buenos en su trabajo.
Acabo con una sensación agridulce mezcla de orgullo por haber estado en una empresa como en la que he estado y pena porque estos cinco meses y tres días se me han pasado volando.
Además de adquirir conocimientos técnicos bancarios de los que no tenía ni idea, he aprendido a conocerme a mi misma. Ha sido un tiempo en el que he aprendido más sobre: mis puntos fuertes, sobre los débiles y sobre las cosas que tengo que mejorar... Que en veinticinco años de mi vida. No hay nada mejor que una persona que conoce como trabajas te de su opinión, para tener una perspectiva mucho más objetiva ti mismo. Parece una obviedad, pero no lo es, porque solemos (o al menos a mí me pasa) tener una visión bastante distorsionada de nosotros mismos que rara vez se ajusta a la realidad. Y creo que el que alguien te lo diga cómo te desenvuelves es una manera estupenda de conocerse.
Pasión, es la clave de todo. Si le pones ganas a lo que haces seguramente no llegues a ser el mejor (a no ser que seas un crack), pero sí sabrás desenvolverte bien y con unos recursos más limitados que los demás podrás llegar tan lejos como los demás.
Creer en uno mismo. Aceptar que no somos perfectos, pero que nadie lo es y no siempre los más listos llegan a lo más alto. A vece vale más una persona con un compendio de actitudes medias-buenas, que una muy brillante en un aspecto y con otras menos buenas o peores que, el a priori mediocre. Para que se entienda, hay un jugador de pádel:
Fernando Belasteguin, no tiene los mejores golpes y tampoco tiene un juego muy vistoso, pero no falla una bola y es el mejor jugador de pádel de la Historia. Vale que probablemente ninguno seamos el Fernando Belasteguin de nuestra profesión, pero seguro que conocemos a alguien (si es que no lo somos nosotros mismos) que sin ser el mejor, es el mejor.
Aprender a perdonarse. Todos metemos la pata muchas veces, y a veces la liamos pardísima, ¿pero qué le vamos a hacer? Que tire la primera piedra quien nunca haya cometido un error garrafal. Es lógico que nos arrepintamos de los errores, pero si no podemos cambiar el resultado, hay que aprender a olvidarlo y tratar de no cometerlo nunca más.
Ilusión. En mejorar, en crecer, en hacer más cosas y cada vez mejor; o menos cosas y bien. Cuando estamos ilusionados las cosas salen bien y si no salen bien a la primera, lo saldrá a la segunda, a la tercera o cuando tenga que salir, pero saldrá eso seguro.
Sonreír: aunque no tengas ganas. Hay que tratar pensar que ese día van a cambiar las tornas y si le pones un poquito de ganas seguro lo hacen. En la empresa lo comprobé, cuando llegaba sonriendo, inmediatamente mi compañera sonreía y ella a la de al lado y así sin más se crea buen ambiente en el que es más sencillo hablar con la gente y todo funciona mejor.
Y lo que más me cuesta: concentración: cuando hagamos algo olvidarnos de lo demás. O sea nada de Whatsapp, Facebook, Blogger, ni las noticias del cotilleo, ni nada, solamente importa en ese momento lo que tenemos delante. Que luego metemos la pata como campeones y nos lamentamos.
Bueno que me enrollo como una persiana y seguro que os estoy empezando a aburrir. Os dejo una fotito de los súper regalazos que me han hecho mis compañeros. Como veréis, es lógico que conociendo a gente así den ganas de atarse a una columna de la empresa y quedarse para siempre trabajando en el mismo sitio. Pero como bien me dijo una de mis jefas, soy muy joven, tengo que aprender mucho y probar suerte hasta encontrar mi sitio. Le haré caso, ella sabe mucho.
Y hasta aquí mi post. Últimamente me estoy abriendo mucho, esto del anonimato es lo que tiene, que no da corte escribir :P.
Un abrazo enorme romanticones y gracias por leerme.