En la universidad tuve turno de tarde durante toda la carrera a excepción del primer semestre de cuarto de carrera en el que tras una carambola del destino conseguí no solo cursar las optativas que quería sino también mi tan ansiado turno de mañana.
Casi todos los días que tenía clase a primera hora cuando pasaba por la estación de Nuevos ministerios mi mañana la amenizaba un músico callejero: un violinista que toca en el transbordo de la línea seis de metro.
No entiendo de música, pero algo tenían los escasos treinta o cuarenta segundos que unas cuantas notas de violín cambiaban mi ánimo de ese día a uno más alegre. Ahora que he cambiado de trabajo vuelvo a pasar por la estación y me alegra saber que está ahí con su violín regalando su arte a cambio de unas monedas. Este es uno de los pequeños detalles que se agradecen cada día, que el madrugón de la seis de la mañana no sea tan horrible y que el paso se ralentice un poco para poder escuchar unos cuantos segundos más su violín.
¿Y vosotros? ¿Qué rutinas os alegran el día?

Me ha encantando, creo que muchas veces nos somos capaces de pararnos y darnos cuenta que a nuestro alrededor hay cosas que merecen la pena, como por ejemplo el violinista del que hablas.
ResponderEliminarYo no sé muy bien porqué, pero siempre voy con prisas a todos lados, y estoy segura de que me pierdo muchas cosas por no pararme a escuchar o detenerme a ver lo que hay a mi alrededor.
Me alegra que puedas tener una de esas pequeñas cosas que te hacen feliz.
Un besazo.
Hola guapa!
ResponderEliminarQue bonito!
¿Que rutina me alegra el día?
Mis hijos. Me encanta quejarme, (y lo hago fenomenal), pero cuidar de ellos es lo que más me gusta del mundo.
Un beso!
Se llama Ghennadii Climov
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