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No sé si Dios existe, si es uno o son varios pero de hacerlo debe ser turco. En imagen: Barış Arduç |
El título de mi reflexión sabadil viene por lo siguiente. No es difícil encontrar a gente en nuestro entorno con los que tengamos cosas más o menos en común: el mismo trabajo, la misma profesión, la misma situación económica, formación étc, ¿pero y las aficiones más íntimas? Esas que nos ponen la cabeza del revés y de las que podríamos estar días enteros haciendo lo mismo. ¿A que eso no es tan fácil?
En los tiempos de la dictadura del "running", el "crossfit" y todo aquello que sea sinónimo de culto al cuerpo y que a poder ser tenga término en inglés el resto de aficiones están un poco denostadas. Puedes quedar muy bien si dices que ya eres capaz de levantar cincuenta kilos con las piernas cuando hace un mes no pasabas de quince, pero ojo como digas que te sabes del derecho y del revés la vida de algún famoso... Nadie te lo va a decir a la cara, pero friki probablemente sea el término que le venga a mucha gente a la mente. ¿Y eso por qué? Pues porque es difícil encontrar a gente con las mismas inquietudes exactamente que nosotros, aquellas que de verdad nos encantan y que en público a veces nos da vergüenza reconocer.
Por ejemplo, probablemente muchos no sepamos a qué se dedican las hermanas Kardashian, pero quién más o quien menos sabe algo de que son hermanas en Estados Unidos que van a fiestas y llaman la atención. ¿Cómo han llegado a ser famosas? La verdad no tengo ni idea, pero sé que existen y viven de sus redes sociales. ¿O quién suele ver Gran hermano? Mucha gente dice que no lo ve (yo entre ellas), pero sé que mucha gente sí y no lo dice. Por eso las redes sociales son tan odiosas y maravillosas.
Me explico: son odiosas porque es cierto que tendemos sin quererlo a comparar nuestra vida con la de los demás y que en cierta medida anhelamos ese tipo de vida que vemos o nos cuentan. Pero a la vez son maravillosas porque nos encontramos a gente con nuestras mismas inquietudes. Lo confieso, soy culpable de que me gusten las telenovelas turcas, me encantan. ¿Por qué me gusta eso y no otras cosas? No lo sé, pero me vuelven loca ver las historias de amores imposibles, unas cómicas y otras menos, de lo que no dudo es que me sentiría un bicho raro si no existieran este artefactos demoniacos llamados redes sociales en donde encuentro a gente a la que le pasa lo mismo que a mí.
Me gusta leer y ver que hay a gente que siente lo mismo que yo cuando ve ciertas escenas, cuando se desesperan por ese beso que no llega nunca y que en el mejor de los casos es un breve acercamiento de labios de lo más casto en vez de un buen besarraco de los que te cortan la respiración (salvo honrosas excepciones como el de Hercai ayer, ¡madre mía que beso!). Tweet a tweet, instastorie a instastorie creamos amigos virtuales con los que podemos compartir aquello que nuestro entorno no entiende. Somos libres para compartir risas, fotos, comentarios y marujeos y eso también es vivir: hacer aquello que nos acelera el pulso, que nos ayuda a evadirnos de nuestra vida diaria y hace que todo lo demás sea mejor.
Así que mi veredicto de redes sociales es: POSITIVO.
¡Hasta el próximo post!