¡Hola, hola!
El título a priori puede parecer polémico, pero me explico.
Vivimos en una sociedad acelerada, en la que el tiempo (lo que somos y de lo que menos disponemos) es un bien intangible de lujo y de repente, esa vida llena de estrés agobio y prisas, salta por los aires.
No, no voy a hablar de que la cara negativa es que mucha gente se ha quedado sin trabajo, y probablemente habrá mucha más, o que los autónomos lo van a pasar mal los próximos meses. Tampoco de la pérdida de vidas humanas que son irrecuperables, y el drama de las familias de no poder despedirse de sus familiares. Todo eso lo vemos constantemente en la televisión y redes sociales, y yo no he venido a hablar de ello. Quiero quedarme con lo bueno que también lo hay.

Este confinamiento, este frenazo en seco de la espiral de estrés puede servir también para muchas cosas: desarrolla nuestra imaginación:
- Los padres que habitualmente no tienen tiempo para estar con sus hijos, les obliga a estar más tiempo con ellos, a hacer los deberes, a jugar. Pueden disfrutar, de lo que hasta hace una semana era un lujo.
- A los deportistas y a los que hacen deporte por obligación, a que en realidad se puede entrenar desde casa, aunque sea más divertido al exterior.

- Las parejas que no viven juntas, aprenden a valorar esos ratitos robados a la vida cuando se veían y echarse aún más de menos. A los que viven juntos, que a lo mejor esa persona no es la adecuada o en cambio a confirmar lo que sientes y a querer más a tu pareja.
Esta situación nos ha convertido en más miedosos y responsables. Ya no hay abrazos, ya no hay besos, ya no hay gestos de cariño, aprendemos a valorar más la suerte que teníamos de poder ir a ver a nuestros mayores. Nos descorazona, pero por ellos, para protegerles y hacerlo también nosotros, tomamos conciencia de la importancia de las pequeñas cosas.
Este encerramiento nos da la oportunidad para ponernos al día con todas las películas de Netflix, para leer, ver una película y nos da tiempo a aburrirnos.
Ya no hay prisas por evitar coger el ascensor con los vecinos, ni conversaciones forzadas de ascensor. Por las noches quedamos con ellos a las ocho de la tarde para aplaudir a los héroes de uniformes blancos y verdes. Y ya que estamos, nos ponemos unas canciones. Nos convertimos en vecinos de verdad y compartimos un rato al día, que se convierte en nuestro espacio de libertad. Ese momento nuestro que un virus no nos ha podido arrebatar. Agradecemos también a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado su trabajo y nos alegramos de que sancionen a quien se saltas las normas porque esto va a en serio.
Me encantaría salir un rato a la calle para despejarme. Notar el sol en mi piel y el aire deslizarse entre mis dedos. También poder dar un paseo por el parque y por el campo, oler a la naturaleza, las flores. Me encantaría abrazar a los míos y quedar para tomar una cerveza. Pero no es posible. No, y por eso ahora valoro más todas esas cosas que consideraba normales.
Puede que el planeta harto de que lo contamináramos, haya decidido que o parábamos o nos paraba y se nos ha acabado el tiempo.Tomemos estos momentos como oportunidades y valoremos que en realidad, todo lo que de verdad necesitamos lo tenemos a nuestro lado.
Feliz domingo de clausura ;).
Que razón más bonita ... debemos aguantar .. ahora valoramos más cosas aunque no Artemis de esa situación . Pero juntos podemos !! Resistiremos ! ❤️❤️
ResponderEliminarMuy buena reflexion....
ResponderEliminar